Hazel Hawthorne no está lo que se dice contenta. ¿Quién lo estaría en su situación? La pobre, junto con su madre, tiene que mudarse durante el verano de su último año en el instituto, lejos de sus amigos, de su novio y de toda su vida. Y lo peor es que se mudará a Umberfield, un pueblo más aburrido, más aislado y con menos población que Forks. Pero lo que ella no sabe es que este pueblecito, más allá de los campos de calabazas, es bastante más entretenido de lo que parece a primera vista. Esconde secretos, tanto sus calles y jardines como sus gentes, secretos dignos de mundos paralelos.
—Parece que esas pinas están hechas con cabellos —le dijo Hazel.
—¿Y de qué otra cosa podrían estar hechas? —replicó la vendedora, como si estuviera diciendo algo evidente para cualquiera—. Las patas de insectos no son lo bastante elásticas.
—Ah, claro —respondió Hazel, algo acobardada. Tenía la impresión de que en ese mundo sabía menos que los niños.
Una mujer con patas de cigüeña iba vendiendo unos preciosos gusanos de seda del color irisado de las burbujas de jabón.
—¿Cuánto cuesta uno de estos? —se atrevió a curiosear Hazel.
—Depende. Cada uno tiene un precio. Pregúntaselo a ellos.
Su madre y ella vivirán en una vieja casa, muy destartalada, grande y gris. Lo que ellas no saben es que la gente del pueblo, ya que al parecer no tienen nada mejor que hacer, la llaman "La casa de la bruja" por una antepasada un tanto excéntrica de las Hawthorne. Aunque eso sí, detrás de la ventana de la casa vecina hay un chico de aspecto triste bastante guapo, una alegría a la vista no le viene mal a nadie.
Pese a que en Umberfield hay menos jóvenes que canis en una biblioteca, Hazel se encuentra con un par de ellos por casualidad, su única compañía en el pueblo, a excepción del erizo que se ha colado en su jardín. Ellos son Poppy y Eric. Poppy es la propietaria de un acogedor café sin demasiada clientela. Eric es un biólogo que cuida de las plantas enfermas de los alrededores.
Lo importante aquí es que, una noche y por una casualidad del destino, Hazel hace un desintencinado viaje a la Feeria, un mundo paralelo muy similar pero a la vez muy, muy distinto al nuestro. Un mundo donde los habitantes son sugreles, azogues y heléboros, seres muy peculiares, eso no lo puede negar nadie. Un mundo donde los humanos no son, digamos, muy bien recibidos. Un mundo donde vive en misterioso muchacho con parte del rostro tapado por una máscara.
Flores de sombra si bien no tiene la trama más innovadora del mercado -chica adolescente que se muda a un pueblo donde descubre un mundo fantástico-, lo demás, el enfoque, es muy, muy original. Sofía Rhei crea la Feeria, un mundo diferente a cualquiera que haya leído anteriormente, donde las flores y las plantas son las protagonistas, tanto en el ambiente como en los personajes y las situaciones. Hablando de los personajes, en mi opinión los más flojillos, tal vez por ser los más típicos, son los protagonistas, que me han dejado un poco fría. Sin embargo los secundarios me han encantado, son diferentes y con personalidad. La historia de amor, que no puede faltar, me ha gustado, sí, pero en mi cabeza quedó un poco en segundo plano por la fuerza de todo lo demás. Además, se nota que hay un gran trabajo previo de la autora, de hecho, ha creado un abecedario heléboro. Podéis saber más tanto en la web del libro como la de la autora.
En conclusión, si os apetece un libro puramente juvenil y fantástico, con romance incluido y con un enfoque totalmente distinto, os recomiendo sin dudarlo, Flores de Sombra.
Puntuación:
